sábado, 31 de agosto de 2013

HEDOR

Hiede
me rodea un aroma de putrefacción infinita
el olor nauseabundo, espumoso, con grumos, podrido
aletea alrededor de mi vida
como una pequeña polilla que sonriente me admira
sabe que en cuanto me descuide se comerá la seda que me adorna.
Todo hiede
a estiércol de vaca, a cloaca sin ventilar, a gusanos arrastrándose por los cuerpos moribundos.
Un sentimiento de quemazón abrasa mis pulmones.
Cuesta respirar entre tanta basura
aunque esos desperdicios tengan rostros humanos y hayan sido amigos en un pasado cercano.
Los observo corromperse y el hedor,
ese hedor vomitivo
invade mis fosas nasales
y mi corazón grita, clama, exige venganza.
Una ira que también hiede invade mi cuerpo y mi mente.
Descubro que la soledad y la muerte son las verdaderas compañeras de la vida
y el hedor del odio me acompaña con sarcástica sonrisa.
Hiede la vida marchita que ha inventado el hombre.