viernes, 30 de diciembre de 2016

ME APETECE



Me apetece un bombón pero no de chocolate.
Me apetece uno de esos delicados y crujientes.
Uno que se derrita con solo mirarlo.
Un bombón de nata y fresa, de mantequilla o de frambuesa.
Duro por fuera y dulce y tierno por dentro.
Me apetece un bombón único, no un bombón cualquiera.
Ese que solo exista cuando se encuentre entre mis dedos
Un bombón de terciopelo.
Pero no temas.
Sé que si me alimento de su aliento se convertirá en humo y perderé el deseo.
Mejor lo observo, lo mimo y lo huelo.
¡Ay! Mi bombón delicado.
Me apetece comerlo en un lugar apartado.
Ahora que lo tengo entre mis dedos,
lo aprecio y lo siento.
Me apetece derretirlo pero no puedo.
Ya no existe ese bombón en el mercado.
No lo venden en el Mercadona, ni el Carrefour, ni en el Hipercor, ni en un chino de barrio.
Es un bombón regalo. Un tesoro escondido que encontré por casualidad en un cumpleaños.
Así que después de un rato, lo recojo y me lo guardo.
¡Ay! mi bombón delicado.


martes, 23 de agosto de 2016

LA LUZ QUE ILUMINA MI TIERRA


FOTO PROPIEDAD DE SONIA CIVICO

Esa es la luz que ilumina mi Tierra.
Es el sol que cabe en una cucharilla de café
el que de verdad guía mi espíritu.
El más pequeño si cabe
tan minúsculo que ilumina despacio, entre las sombras,
donde casi nadie lo percibe.
Es el sol oculto entre las nubes,
parece apagado pero en verdad calienta el alma que se atreve a acercarse a su lumbre.
No pienses nunca que es un sol pobre.
Su grandeza no estriba en su tamaño.
Es su intensidad lumínica la que posee la fuerza de una diosa perdida.
Una luz hirviente, deseosa de posarse en una pequeña cucharilla de café dulce,
pero efímera si la cuchara se pierde.
Esa es la luz que ilumina mi Tierra.


martes, 9 de agosto de 2016

INFANCIA TRASNOCHADA

Desidia, dejadez, infancia trasnochada
hiede
muere el peregrino buscando quimeras inalcanzables para sus manos rotas
en el alféizar de su ventana un pájaro muerto le aguarda.
la luz es negra
la noche es blanca
con sus colores alumbra el caduco destino de los hombres.
Sociedad, buque insignia, cargada de muerte
se han electrocutado los electroduendes
ya nada importa más que uno mismo
el campo de miras tiene miopía galopante
se lleva pegarse hasta en la tertulia de los jueves.
Para huir he apagado las velas
veo en la oscuridad un camino de piedras azuladas
echo la mirada atrás y no observo, duele.
Cabezas agachadas contemplan una falsa luna en una pantalla de gel
no me sigue nadie mientras camino
no lloro
no siento
el olor a mierda se aleja de mí.
Dejo atrás mi infancia trasnochada
me acurruco en una húmeda roca
ya no existe la desidia en los alrededores de mi tumba
ha desaparecido del todo.
Quizás alguien se anime a acompañarme
me dejé la puerta abierta de mi cripta al abandonar la senda de los normales.

miércoles, 6 de enero de 2016

EL AMOR




La luciérnaga se quemó en la noche oscura,
en la calle desierta,
se apoyó en el hielo de una farola chamuscada.
La espina del pescado se pudrió en el alma atormentada y hueca,
no pudo salir del agujero negro en la que quedó incrustada.
Se apagó todo fuego sumergido en el agua cenagosa y turbia,
un agua muerta, oliendo a estiércol y a basura.
El abrigo se apolilló en el armario ropero
pobre tela rasgada,
en sus bolsillos todavía vivían sueños dormidos.
Nunca verán la luz las poesías de un amor humilde.
Nunca se abrirán los capullos del rosal sembrado con mimo.
Nunca amanecerá en la tierra yerma de un planeta sin oxígeno.
La luna se giró asustada,
vio sombras donde creyó ver luces,
observó lágrimas de sangre en los ojos de un muerto viviente.
La casa se derrumbó desde el tejado hasta sus sótanos secretos.
Una mansión podrida desde el primer momento en que vio la luz del sol.
Sin cimientos es imposible hacer crecer paredes.
Los milagros no existen.
La nada nació de una esperanza perdida,
se encontró un día un corazón y quedó allí prendida,
convertida en un alfiler envenenado,
una aguja que pinchó hasta hacer gritar de dolor al más fuerte.
La estela del cometa errante agarró la mano de aquel impaciente amante,
lo arrastró hasta elevarlo a las nubes
para luego arrojarlo al barro.
Allí murió ahogado por su propio llanto.